Winston Churchill decía que “los italianos van a la guerra como si fueran a un partido de fútbol y a un partido de fútbol como si fueran a la guerra”. Es probable que la cita no sea literal. Sí parece evidente que, hoy por hoy, esta actitud beligerante no es exclusiva del pueblo italiano.
Basta una ojeada a los medios y las redes sociales.
Han pasado tres semanas desde que Rusia inició los bombardeos sobre Kyev y la invasión de Ucrania, tras ocho años de conflicto armado en el Donbás. La guerra -su devastación y su repugnante crueldad- ha ocupado las cabeceras y columnas de los diarios; también los feeds de Twitter, los muros de Facebook, las stories de Instagram y los rincones de esa red que todavía desconcierta pero reúne ya a un billón de usuarios activos: TikTok (cifra de marzo de 2022).
Si en 1991 el filósofo Jean Baudrillard había asegurado que “la guerra del Golfo no había tenido lugar” (basándose, sobre todo, en su repercusión mediática), hoy los teóricos de la comunicación se apresuran, tras pocos días de conflicto, a calificar esta contienda como la primera “war-tok” (New York Magazine, 28 febrero. Atlantic, 10 de marzo; Reuters, 7 marzo, New Yorker, 3 de marzo o el artículo de Jordi Colomé en El País el 4 de marzo)
Testimoniar una guerra
No es la primera vez que las guerras -o más bien su registro historiográfico- se definen según los medios que las documentan. Del conflicto en Irak que inició en 2003 se dijo que era la primera “guerra en Youtube”; de Vietnam, que fue la primera guerra televisada. Cómo reaccionó la opinión pública a ambas sin duda tuvo que ver con los medios que les daban cobertura.
Lamentablemente, ésta no ha sido la primera contienda en colarse en TikTok (Siria, Gaza, Afganistán ya lo hicieron). Aún así, hoy nos impactan (y perturban) los vídeos en la red china de civiles (rusas y ucranianos) evidenciando el avance de tropas en enero y febrero de este año, las coreografías de soldados que, en uniforme, y en pleno campo de batalla, danzan al ritmo de Nirvana, Michael Jackson o los Maneskin (el caso de @alexhook2303), los paracaidistas que lanzan un challenge en esta red en pleno vuelo o los vídeos de archivo del primer ministro ucraniano, Zelensky, que recuerdan su paso por la versión local de ‘Mira quién baila’. El pasado como actor del mandatario subraya esta impresión de irrealidad.
El meme
El tono habitualmente irreverente y lúdico de TikTok, contagia numerosos mensajes relacionados con la guerra. El meme permea. Eso tiene un impacto en la manera en que las audiencias reciben estos mensajes. La carga emocional (maximización de la sensación de ‘intimidad’), el maniqueísmo y la simplificación de mensajes (un rasgo en común con la propaganda) ¿se producen más evidentemente por el uso de esta plataforma?
Además, el algoritmo de TikTok, que define qué videos ve cada usuario, sin duda perfila la percepción del conflicto: una guerra a medida emocional de la persona que la está presenciando…
El mapa interactivo que el Centre for Information Resilience ha elaborado y actualiza constantemente para monitorizar la información/desinformación sobre la invasión de Ucrania evidencia hasta qué punto la información procedente primariamente de TikTok tiene un peso indudable en el registro de esta guerra.
Con todo, TikTok no es el único espacio nuevo o relativamente nuevo en el que puede seguirse la narración de la guerra. Diversos canales de Telegram y diversos perfiles de ‘análisis’ en Twitch (como el de Emilio Domenech @nanisimo) también están siguiendo la guerra en una manera a la que no estamos del todo acostumbrados.
En conclusión, que ésta es una guerra en la que las nuevas plataformas tienen un especial protagonismo parece evidente. Que esas plataformas repercutan más o menos en la vivencia bélica “como un producto de entretenimiento (o un partido de fútbol)” y el modo en que eso repercuta en los medios de información periodística (o incluso en el discurso político) es algo que habrá que evaluar con cuidado.
